Archivo de la categoría: Lírica libre
La palabra mágica
Ya no hay café que me despierte,
vivo en un sueño sin mañanas,
contando el tiempo para verte
con una frase enjaretada.
Vivo en espera permanente,
buscando la palabra exacta,
procrastinando hasta lo urgente,
pensando solo en tu mirada.
Hay un abismo entre tus labios
y estos labios que se desatan,
un agujero interminable
que voy llenando con palabras.
Mas no hay poesía que rellene
este vacío de mi alma.
Soy verso suelto en tus estrofas,
me falta una palabra mágica.
Prosaico
Me he vuelto prosaico, afónico y ramplón.
Tanto que sólo escribo por instinto de cuando en cuando y sin ton ni son.
No sé si es mi afición, que se ha esfumado,
si el hado que no está o si habrá expirado, sin razón,
mi pase sin peaje al corazón.
Me siento desnortado, desgastado, sin ingenio…
Me falta algo, algo que alguien me ha robado y que no entiendo.
Alguien que allanó mi pecho, que ya no sé si está, pero se fue con algo.
Algo que se llevó, sin ofrecerme a cambio, al menos,
un gracias, un adiós compasivo o un te quiero.
Así que desistí de vestir las costras con poemas.
Mi vuelta se hizo eterna, reparando en gastos, echando cuentas…
No fue rentable ni sano despeñarme en estos versos.
Saldé la cuenta, me miré a los ojos y vi miedo
a mi reverso, mis idas y mis vueltas, mis defectos.
¿De qué te escondes?, me pregunto.
De qué sino de ti, respondo al tiempo.
Mi imagen me señala y yo me turbo,
me ataca con mis armas, me descubro
haciendo daño a lo que más amaba:
el arte, las palabras y mi rubro.
Por David G. Ortiz
En Madrid, a 15 de octubre de 2011
Hacen falta dos
Cómo sentar la cabeza
si nos sentimos solos,
si nos sentamos solos,
si vamos de uno en uno
y hacen falta dos,
siempre hace falta alguien,
y ya no hay nadie
que nos acompañe.
Me doy de bruces y me dicen
que me vuelve a pasar por insensato,
que siempre voy sin luces,
con los frenos cortados y la vista cansada,
que debo saber parar a descansar
en el arcén de la noche
para no volverme a estrellar
en cada madrugada.
Pero es que no hay señales
y es una carretera de un sentido.
Estoy harto de café y de cigarrillos
para vencer al sueño. Harto de viajes
que acaban en comienzos,
en otros viajes,
y harto de escuchar la radio
porque no estás conmigo.
Fuiste la copiloto de mis sueños,
mi primer y único porvenir
onírico y tangible al mismo tiempo,
con promesas de final y de comienzo
que, por una vez, no sonaban
a carreteras de un sentido.
Sonaban a destino. A un destino
en el que los dos creemos,
pero ninguno de los dos creamos.
Yo, porque no tuve tiempo…
Me salté el límite de velocidad
y me estrellé de nuevo, de bruces
con la realidad que me dejó sin frenos.
Tú, porque no me encontraste…
Siempre tuviste tan claro el camino
que giraste en una curva, justo antes
de que la vida y el destino nos juntasen.
Cómo sentar la cabeza
si nos sentimos solos,
si nos sentamos solos,
si vamos de uno en uno
y hacen falta dos,
siempre hace falta alguien,
y ya no hay nadie
que nos acompañe.
Por David G. Ortiz
En Madrid, a 1 de julio de 2011.