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Hacen falta dos
Cómo sentar la cabeza
si nos sentimos solos,
si nos sentamos solos,
si vamos de uno en uno
y hacen falta dos,
siempre hace falta alguien,
y ya no hay nadie
que nos acompañe.
Me doy de bruces y me dicen
que me vuelve a pasar por insensato,
que siempre voy sin luces,
con los frenos cortados y la vista cansada,
que debo saber parar a descansar
en el arcén de la noche
para no volverme a estrellar
en cada madrugada.
Pero es que no hay señales
y es una carretera de un sentido.
Estoy harto de café y de cigarrillos
para vencer al sueño. Harto de viajes
que acaban en comienzos,
en otros viajes,
y harto de escuchar la radio
porque no estás conmigo.
Fuiste la copiloto de mis sueños,
mi primer y único porvenir
onírico y tangible al mismo tiempo,
con promesas de final y de comienzo
que, por una vez, no sonaban
a carreteras de un sentido.
Sonaban a destino. A un destino
en el que los dos creemos,
pero ninguno de los dos creamos.
Yo, porque no tuve tiempo…
Me salté el límite de velocidad
y me estrellé de nuevo, de bruces
con la realidad que me dejó sin frenos.
Tú, porque no me encontraste…
Siempre tuviste tan claro el camino
que giraste en una curva, justo antes
de que la vida y el destino nos juntasen.
Cómo sentar la cabeza
si nos sentimos solos,
si nos sentamos solos,
si vamos de uno en uno
y hacen falta dos,
siempre hace falta alguien,
y ya no hay nadie
que nos acompañe.
Por David G. Ortiz
En Madrid, a 1 de julio de 2011.